martes, 6 de octubre de 2020

CINTIO VITIER.

 


Ahora que empieza a caer, del cielo


A mi esposa

Ahora que empieza a caer, del cielo
de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,
profundo, estrellado, carne y alma nuestra,
ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,
ahora que el lápiz finísimo, grabando
una medida sagrada, una cantidad misteriosa
del vino que sube en la jarra de la ofrenda,
empieza a trazar, junto a tus ojos, vivos
como ciervos bebiendo en el agua extasiada,
junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,
las huellas del tránsito de nuestra juventud,
ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía
porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón
y es algo mucho más terrible y precioso que el amor
que diariamente conocíamos,
ahora, mujer, ahora, destinada mía,
es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,
que dice únicamente así:

Te amo, lo mismo
en el día de hoy que en la eternidad,
en el cuerpo que en el alma,
y en el alma del cuerpo
y en el cuerpo del alma,
lo mismo en el dolor
que en la bienaventuranza,
para siempre.

Cintio Vitier.

WISLAWA SZYMBORSKA.

 


Despedida de un paisaje

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.

Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

*****************
Estoy demasiado cerca

Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.
Wislawa Szymborska.

OCTAVIO PAZ.

 


Monólogo.

Bajo las rotas columnas,
entre la nada y el sueño,
cruzan mis horas insomnes
las sílabas de tu nombre.

Tu largo pelo rojizo,
relámpago del verano,
vibra con dulce violencia
en la espalda de la noche.

Corriente oscura del sueño
que mana entre rüinas
y te construye de nada:
amargas trenzas, olvido,
húmeda costa nocturna
donde se tiende y golpea
un mar sonámbulo, ciego.
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TUS OJOS
Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque
en donde la luz canta
en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.

Octavio Paz.

ALFONSINA STORNI.


 ¿Qué diría?

¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
Si en un día fortuito, por ultrafantasía,
Me tiñera el cabello de plateado y violeta,
Usara peplo griego, cambiara la peineta
Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
Cantara por las calles al compás de violines,
O dijera mis versos recorriendo las plazas,
Libertado mi gusto de vulgares mordazas?
¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?
En verdad que pensarlo me da un poco de risa.
                                
                                     **********
Hombre pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más.
Bien pudiera ser
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
No fuera más que aquello que nunca pudo ser,
No fuera más que algo vedado y reprimido
De familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
Estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...
A veces a mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

Alfonsina Storni.

GABRIELA MISTRAL.


 Caricia.

Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...
*******************
Desolación.
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que no son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la noche larga ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que viene para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis
cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

Gabriela Mistral.

JAIME SABINES.

 


No es nada de tu cuerpo

ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un momento.
Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Jaime Sabines.

JUAN GELMAN.

 

FÁBRICAS DEL AMOR.

I

Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.

II

Alza tus brazos, ellos encierran a la noche, desátala sobre mi sed,
tambor, tambor, mi fuego.
Que la noche nos cubra con una campana

que suene suavemente a cada golpe del amor.
Entiérrame la sombra, lávame con ceniza, cávame del dolor,

límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que esto suceda
tú comienzas el mundo para que esto suceda.

III

Me has amado las manos y caerán con el otoño.
Has amado mi voz y está arrasada.
Mi rostro ha reventado sobre ti como una piedra impura.
Me has amado y amado
para que huya de mí, señor de sombras.

Me has destruido para que yo sea luz humana cantando
como las criaturas de tu sangre.

IV

Que del recuerdo suba el olor de tu cuerpo y se haga tu cuerpo.
Que la noche devuelva tu dulzura.
Que tus manos sean dadas por el temblor que dieron.
Que tus ojos regresen de todo lo mirado.

Paloma del amor
en vez
asciendes pura en libertad
giras y cantas como el cielo vas invadiendo el mundo.

V

Como un niño te canto bajo la noche oscura.

Cofre de los secretos, juegos hondos,
temblores del otoño como pañuelos rápidos,
te canto allí para que seas.

Señora del candor,
con boca limpia digo uno a uno tus nombres,
pongo mi rostro en la penumbra que de ellos desciende,
hago un gran fuego con tus nombres bajo la noche oscura.

En realidad quiero decir: me haces andar contra la muerte.

Juan Gelman.

CHARLES BUKOWSKI.

 


HAS BESADO ALGUNA VEZ A UNA PANTERA?

Esta mujer se cree una pantera

y a veces cuando hacemos el amor
ella gruñe y escupe
y su pelo cae
y ella mira a través de las mechas
y muestra sus colmillos
pero yo sin embargo la beso y continúo el amor.

¿Has besado alguna vez a una pantera?
¿Has visto a una mujer pantera gozando el acto del amor?

No has amado, amigo.
Tú con tus pequeñas rubias teñidas
tú con tus ardillas y ardillitas,
tus elefantas y ovejas,
deberías dormir con una pantera.

Nunca más querrías
ardillas, elefantas, ovejas, zorras,
lobas,
nada sino la Mujer Pantera
La pantera hembra paseándose por tu cuarto,
la pantera hembra paseándose por tu alma
todos los otros cantos de amor son mentiras.

Cuando esa suave piel negra se mueve contra ti
y el cielo cae sobre tu espalda.
la Pantera hembra es el sueño hecho realidad
y no hay retorno
ni deseo de retornar
la piel contra ti
la búsqueda ha acabado
cuando tu verga se mueve contra el borde del Nirvana
y estás abrazado a los ojos de  una Mujer Pantera.
...........................

SI NUNCA TE VUELVO A VER

Siempre te llevaré conmigo
adentro
afuera
en mis dedos
y en los bordes del cerebro
y en centros
de centros
de lo que soy y de lo que queda.

Charles Bukowski. 

SIGMUND FREUD Y MARTHA BERNAYS.



 

Un día como hoy 23 de septiembre, pero de 1939 en Londres, fallecía Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX. Ampliamente conocido por sus revolucionarios aportes a la Psicología y la Psiquiatría, el padre del Psicoanálisis fue también un hombre complejo y controversial. Ateo irreductible consideraba que, y cito:

- "Cualquiera que sean el valor y la importancia de la religión, ésta no tiene derecho a limitar en modo alguno al pensamiento, ni el derecho de excluirse a sí misma de la aplicación del pensamiento"
- “De los 3 poderes (arte, filosofía y religión) que pueden disputar a la ciencia su terreno, el único enemigo serio es la religión”
Sin embargo, a pesar de sus inamovibles convicciones ateístas fue capaz de escribir las cartas de amor mas dulces y fervorosas a su amada Martha Bernays, novia de su juventud, esposa y madre de sus hijos y amor de toda su vida. Acá una de tantas.
Viena, junio 19 de 1882
Mi preciosa y amada niña:
Sabía que hasta que no te hubieses ido, no podría darme cuenta realmente de toda mi felicidad vivida y también, ¡ay!, de todo lo perdido. No consigo aún tener una idea clara de lo nuestro, y si no tuviera delante mío esa hermosa cajita y tu retrato, temería que todo pudo haber sido solamente un dulce sueño del que no me gustaría despertar. Pero mis amigos me afirman que es verdad, e inclusive me siento capaz de acordarme de los detalles más agradables y hechiceramente misteriosos que no puedo considerarlos fruto de alguna fantasía onírica. Debe de ser verdad.
Martha, mi dulce niña, de ti todos hablan con admiración, y a pesar de toda mi resistencia cautivaste mi corazón en nuestro primer encuentro. Es mía, mía la muchacha a quien temía cortejar y que llegó hacia mí con confianza. Reforzando la fe en mi propio valor y me dio nuevas esperanzas y fuerzas para trabajar cuando más lo necesitaba.
Cuando regreses, querida niña, habré logrado apartar la timidez y torpeza que me cohibían delante de ti. Nos sentaremos otra vez, solos en aquella pequeña y encantadora habitación, y mi niña escogerá aquel sillón (en el que nos dimos tan gran susto ayer). Yo me sentaré cerca de ti en la silla redonda y hablaremos de nuestro futuro, cuando ya no exista diferencia entre el día y la noche, y cuando ni las molestias ajenas, ni los adioses, ni las despedidas, puedan ya volver a separarnos.
Te hablaré de tu dulce fotografía. Al principio, cuando la tenía delante de mí, no le di demasiada importancia; pero ahora, cuanto más la veo, más me recuerda al ser querido y hasta me parece que las blancas mejillas van a enrojecer con el color que tenían nuestras rosas, y parece que los delicados brazos van a salir del marco para acariciar mi mano. Sin embargo, el retrato no se inmuta y sólo hallo la mirada instándome a tener paciencia, como asegurando: que sólo eres un símbolo, una figura impresa en el papel; la muchacha de carne y hueso que regresará pronto, y entonces puedes dejarme nuevamente a un lado.
Me gustaría mucho, buscarle al retrato un sitio entre los dioses familiares que están en mi mesa, y me parece extraño, que pudiendo tener libremente los rostros de los hombres a quienes admiro, tenga, en cambio, que guardar bajo llave, tu delicado rostro; descansa tu retrato en la cajita que me obsequiaste y casi no me atrevo a decirte cuántas veces, durante estas últimas veinticuatro horas he cerrado la puerta y he sacado tu fotografía de donde la tengo escondida para refrescar mi memoria. Tenía la impresión de haber leído, no sé dónde, sobre un hombre que llevaba consigo la imagen de su amada guardada en una cajita, y habiendo escrutado largo rato en las oscuridades de mi cerebro, me cercioré
a medias de que tal episodio, sucede en La nueva Melusina, el cuento de hadas de la obra de Goethe "Años de andanzas de Guillermo Meister", que recuerdo muy vagamente.
Después de muchos años, volvía a sacar el libro del estante y encontré en él la confirmación de mis sospechas. Pero no quedó la cosa allí; pues hallé mucho más de lo que estaba buscando. Aquí y allá aparecían en el libro referencias amables y leves, y en toda la trama de la obra parecía traslucir una referencia a nosotros. Cuando me acordé de los escándalos que hace mi niña porque soy más alto que ella, tuve que dejar el libro y, medio divertido y medio irritado, tuve que consolarme pensando que mi Martha no es una sirena, sino un hermoso ser humano. Y, a pesar de esto, no encontré el humor en las mismas cosas. Pero no por esto te sientas descorazonada cuando leas esta pequeña anécdota. Y, casi prefiero no hacerte partícipe de todos estos alocados y serios pensamientos que cruzan mi mente.
Estas páginas, querida Martha, no han sido escritas en un solo momento. Ayer y esta noche, Eli y Schomberg estuvieron conmigo. En la visita de ayer vinieron con varias muchachas, y para evitar que pudieran sospechar traté de mostrarme muy sociable, aunque hubiera preferido estar a solas. Mi único consuelo es ver a Schomberg, pues sus honradas y vivaces facciones me recuerdan, con sonido y color, una inagotable serie de imágenes. ¡Qué hechiceras son las mujeres! Cada vez me es más agradable. Recibí la nota de despedida que me mandaste desde la estación, y hoy supe por Eli las esperanzas nuevas de tu llegada.
Tu hermano parece estar a gusto con nosotros; me ha sido imposible crear con él una amistad profunda, ya que no he tenido oportunidad de frecuentarlo a solas desde que nos separamos. Por otra parte. me drogo con mi trabajo y sólo me queda la seguridad de que Martha seguirá siendo mía mientras siga siendo Martha.
Mi querida y pequeña novia, si alguna vez dudé ante la posibilidad de unirnos para toda la vida, hoy no te dejaría separarte de mi lado aunque cayera sobre mí la mayor maldición y tuviese que cargar su peso sobre mis espaldas. Por favor, trata de robar a tu querida familia todas las fotografías que te tomaron en la niñez. Ahora se me ocurre que debía haberme quedado con aquel viejo retrato que tenía tu madre, al menos hasta que volvamos a estar juntos.
Si deseas algo de aquí o quieres que te haga cualquier recado, te pido que sólo te acuerdes de mí para tus encargos. Así soy yo de egoísta cuando me estoy enamorando.
Escríbeme y cuéntame todo lo que haces. De esta manera me será más fácil soportar tu ausencia. Aprovecha tu estancia en Hamburgo para cuidarte, pues me gustaría volverte a ver con aquellas mejillas que tienes en las fotografías de tu niñez.
El día ha terminado. mis cuartillas están llenas de garabatos y he de controlar el deseo de seguir escribiéndote.
Adiós, y no te olvides del desdichado al que hiciste tan increíblemente feliz.
Tuyo.
Sigmund.