No conoces a una mujer por acostarte con ella, no
la conoces por verla desnuda, no la conoces por verla gemir durante el sexo.
Conoces a una mujer cuando te dedicas a observar
sus gestos, a escuchar su filosofía, a vibrar con sus emociones.
Conoces a una mujer cuando la ves llorando y
procuras entender sus razones, cuando la ves reírse y procuras entender sus
causas, cuando la ves enojarse y procuras entender sus procesos.
Conoces a una mujer cuando exploras su cuerpo a
besos y calmas su furia con intelecto.
Conoces a una mujer cuando más allá de verla
desnuda, valoras su alma y sabes sus puntos intensos para mover su mundo.
Para conocer verdaderamente a una mujer, se trata
de observarla con el corazón y comprenderla aunque parezca imposible, no lo es
si lo haces con amor, dedicación y voluntad.
Porque cuando conoces bien a una mujer: tu vida
cambia, y puedes llegar a sentir el amor, la pasión, la ternura y la sabiduría
todo junto en un solo ser.
Porque la mujer es guerrera, sabia, tierna y bienaventurada.
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