Reflexiones acerca del odio.
1-¿Es el odio una emoción, un sentimiento o una
pasión?
El odio, es una emoción cuando reaccionamos psicofisiológicamente con agresividad, irritabilidad, disgusto, ira, frente a una persona o situación, o frente a nosotros mismos. Una emoción puede ser de corta duración, pero también muy intensa.
Cuando interpretamos estas emociones, estaríamos sintiendo el odio, le damos un contexto relacional. Nos vinculamos con otra persona, objeto, situación o parte de nosotros mismos, sentimentalmente hablando, desde la antipatía, el rechazo, el castigo o la evitación que suscita algo interpretado o vivido emocionalmente como odioso.
Cuando este contexto relacional, este modo de sentir, se perpetúa en el tiempo, estamos validándolo como pasión, es decir, odiando aquello que emocional, sentimental y decididamente, elegimos odiar.
2-¿Entonces es malo o bueno el odio?
No es ni malo, ni bueno, todo dependerá de qué hacemos con él.
Si tengo una emoción intensa de odio y no la acepto, probablemente me haré daño. Aquí sería preferible aceptar la emoción para luego pasar a gestionarla.
La elaboración de los sentimientos provocados por esa emoción o sensación de odio, es algo con lo que sí podremos pensar y elegir cómo vamos a relacionarnos con ello.
En ocasiones odiar, nos puede servir para sobrevivir, salir adelante, defendernos e incluso validarnos y en otras odiar, nos puede agotar, destruir a los demás o crear un mundo duro y difícil de habitarse.
Es por ello que odiar algo o alguien, dependerá de la ética, los valores y la percepción del mundo de cada cual.
3-¿En qué medida el odio construye nuestra identidad y realidad?
La emoción está asociada con el temperamento, la personalidad y con la motivación de las personas. Hay personas emocionalmente más duras o con más tendencia a odiar, que otras y esto es parte de su identidad y hay que aceptarlo.
A partir de este temperamento básico, cada ser humano tiene una organización sentimental que depende de su repertorio propio (cada uno siente unas cosas en mayor o menor medida) y de los estímulos que los provocan (para unos es odioso madrugar y otros aman el poder hacerlo, por ejemplo).
Así en función de nuestros sentimientos nos adaptamos a la realidad de uno u otro modo, haciendo una adaptación subjetiva, es decir, organizando a nuestro modo lo que vamos sintiendo, a través de la razón (criterio objetivo, nuestros motivos personales) y de nuestros afectos (criterio subjetivo).
Nuestra biografía sentimental, se origina en la infancia y nuestra historia de vida va creando unas preferencias y aversiones, hacía unas cosas u otras, unos amores y también unos odios.
4-¿Cómo puede trabajarse el odio en la psicoterapia o a nivel personal, para que resulte beneficioso?
A través de los procesos de racionalización, podemos aprender o vivir el odio, sin depreciarnos a nosotros mismos por sentirlo, aceptando y comprendiendo sus motivos, desde los más puros mecanismos básicos emotivos que lo suscitan, hasta los esquemas mentales basados en nuestra biografía de vida, que nos conducen a sentirlo de uno u otro modo.
El odio, si no se expresa y se gestiona adecuadamente, puede acumularse y generar impotencia, el deseo de destrucción del otro o a uno mismo o bien ser racionalizado de modo inadecuado, creando falsas realidades donde la culpa de todo nuestro malestar la tienen los demás.
También si el odio no se legitimiza, puede crear formaciones reactivas , hacemos que amamos lo que odiamos, por resultarnos inaceptables los verdaderos sentimientos propios. Muchos odios nacen de la percepción de insuficiencia propia, entonces si alguien nos la hace visible, o nos amenaza con mostrarla, se nos dispara el odio, para preservar nuestra integridad como personas. Así trabajar con la propia felicidad personal y la propia satisfacción para con cada uno, será un buen antídoto contra el odio estéril y destructor.
El odio, es una emoción cuando reaccionamos psicofisiológicamente con agresividad, irritabilidad, disgusto, ira, frente a una persona o situación, o frente a nosotros mismos. Una emoción puede ser de corta duración, pero también muy intensa.
Cuando interpretamos estas emociones, estaríamos sintiendo el odio, le damos un contexto relacional. Nos vinculamos con otra persona, objeto, situación o parte de nosotros mismos, sentimentalmente hablando, desde la antipatía, el rechazo, el castigo o la evitación que suscita algo interpretado o vivido emocionalmente como odioso.
Cuando este contexto relacional, este modo de sentir, se perpetúa en el tiempo, estamos validándolo como pasión, es decir, odiando aquello que emocional, sentimental y decididamente, elegimos odiar.
2-¿Entonces es malo o bueno el odio?
No es ni malo, ni bueno, todo dependerá de qué hacemos con él.
Si tengo una emoción intensa de odio y no la acepto, probablemente me haré daño. Aquí sería preferible aceptar la emoción para luego pasar a gestionarla.
La elaboración de los sentimientos provocados por esa emoción o sensación de odio, es algo con lo que sí podremos pensar y elegir cómo vamos a relacionarnos con ello.
En ocasiones odiar, nos puede servir para sobrevivir, salir adelante, defendernos e incluso validarnos y en otras odiar, nos puede agotar, destruir a los demás o crear un mundo duro y difícil de habitarse.
Es por ello que odiar algo o alguien, dependerá de la ética, los valores y la percepción del mundo de cada cual.
3-¿En qué medida el odio construye nuestra identidad y realidad?
La emoción está asociada con el temperamento, la personalidad y con la motivación de las personas. Hay personas emocionalmente más duras o con más tendencia a odiar, que otras y esto es parte de su identidad y hay que aceptarlo.
A partir de este temperamento básico, cada ser humano tiene una organización sentimental que depende de su repertorio propio (cada uno siente unas cosas en mayor o menor medida) y de los estímulos que los provocan (para unos es odioso madrugar y otros aman el poder hacerlo, por ejemplo).
Así en función de nuestros sentimientos nos adaptamos a la realidad de uno u otro modo, haciendo una adaptación subjetiva, es decir, organizando a nuestro modo lo que vamos sintiendo, a través de la razón (criterio objetivo, nuestros motivos personales) y de nuestros afectos (criterio subjetivo).
Nuestra biografía sentimental, se origina en la infancia y nuestra historia de vida va creando unas preferencias y aversiones, hacía unas cosas u otras, unos amores y también unos odios.
4-¿Cómo puede trabajarse el odio en la psicoterapia o a nivel personal, para que resulte beneficioso?
A través de los procesos de racionalización, podemos aprender o vivir el odio, sin depreciarnos a nosotros mismos por sentirlo, aceptando y comprendiendo sus motivos, desde los más puros mecanismos básicos emotivos que lo suscitan, hasta los esquemas mentales basados en nuestra biografía de vida, que nos conducen a sentirlo de uno u otro modo.
El odio, si no se expresa y se gestiona adecuadamente, puede acumularse y generar impotencia, el deseo de destrucción del otro o a uno mismo o bien ser racionalizado de modo inadecuado, creando falsas realidades donde la culpa de todo nuestro malestar la tienen los demás.
También si el odio no se legitimiza, puede crear formaciones reactivas , hacemos que amamos lo que odiamos, por resultarnos inaceptables los verdaderos sentimientos propios. Muchos odios nacen de la percepción de insuficiencia propia, entonces si alguien nos la hace visible, o nos amenaza con mostrarla, se nos dispara el odio, para preservar nuestra integridad como personas. Así trabajar con la propia felicidad personal y la propia satisfacción para con cada uno, será un buen antídoto contra el odio estéril y destructor.
Bibliografía:
-El Odio. Recopilación de Carlos Castilla del Pino. Tusquets (2002)
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