Toda demanda es demanda de amor. Cada uno llama la atención como puede. Como sabe. Como aprendió. A nadie le resulta divertido estar pataleando en el medio del piso para rescatar una puta mirada. El que grita está haciendo ruido para que no se le note el dolor. Hace un mar de estruendo para disimular que tiene una falta que no puede llenar. El otro, que a veces no sabe ni lo que quiere, te está poniendo los ojos de frente para que lo mires y le acaricies la cabeza. No es tan complicado que, de repente, estires un poco el brazo y le salves la noche. ¿O no?
La gente crece y va perdiendo pedazos por todos lados. A veces, necesita una mano que la ayude a juntar. Tan simple como ayudar a juntar. Como te enseñaron en el jardín. Qué importa quién desordenó la cosa. Qué importa, dime, si a ese tipo ahora no le da el cuerpo para juntar el desbarajuste que le quedó. Dale, agáchate y junta con él. Mira. Acaricia. Escucha. Abraza. No importan los pormenores.
Todos estamos atravesados por las mismas cosas. Es cuestión de tiempos verbales. Hoy le toca a alguien que no eres tú. Dale. No importa cómo lo pida. Importa que lo está pidiendo. En el fondo, toda demanda es demanda de amor. Vamos. No es tan complicado. No seas tan prolijito con las cositas del alma. Relaja y da. Hay momentos en los que, con un abrazo, nos salvamos todos.
L.P.
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