viernes, 22 de febrero de 2019

ABANDONO.


A todos nos abandonaron un día.
Y cuando digo abandonar, no me refiero sólo a un acto extraordinario. Traumático. No. Es más simple. Pero duele igual.
A todos nos abandonaron en el medio de la nada. En el inicio de un proyecto. En el placer del logro cumplido. En el momento menos pensado. En el momento más esperado. A veces pasa, que te das vuelta y no tienes quien te junte los mocos, quien te dé la palmada en la espalda, quien te guiñe el ojo cuando algo no te salió bien y quien te limpie las rodillas cuando te resbalaste y caíste.
Todos sabemos de la soledad que se siente cuando nos sentimos solos. Porque todos fuimos abandonados un día. Y entonces, encontramos un secreto tristísimo, un acto paliativo, para tapar ese pozo. Vemos gente que se come la angustia tragándose un paquete de cigarrillos, el otro que corre y corre como un loco a ver si el viento en la cara le vuela ese agujero en el pecho. Personas que se comen las uñas junto con los nervios y la ansiedad paralizante. Paquetes de galletitas que van a parar a la boca sin noción de que lo que se intenta matar, no es el hambre. O por lo menos, no ese “hambre”. Chicos que se perforan la nariz y las venas, con alguna que otra cosa que lo pase a otra realidad por un par de horas. El otro se pone a jugar lo que no tiene. Tú comprarás compulsivamente cosas que no necesitas, para sentirte un poco vivo por un instante. Y yo me quedaré mirando una película, que me habilita disimuladamente a llorar mirando afuera, lo que no tengo ganas de mirar adentro. Es que somos tan jodidos con nosotros mismos que cuando peor estamos, es cuando más nos castigamos. Porque todo eso que te comes, te come a ti. Te pone peor.
Te suma al abandono, la culpa de hacer algo que sabes que no es genuino. Que no es lo que quieres. No comes así por hambre. No corres por deporte, cuando te estás desmoronando. No te intoxicas por placer. No te acuestas con esa chica por amor. Tapas. Escondes. Tiras abajo de la alfombra. Cierras los ojos. Te pones un bozal y un par de auriculares para no escuchar tu corazón. Date cuenta. Te estás comiendo a ti. Y quizá, el secreto esté en frenar. En sentir. En recordar, que en ese abandono lo que te falta, es lo que tienes que buscar.
Amor. Quizá sea hora de pedir ese abrazo. De acostarte en las rodillas de tu mamá. De deponer la soberbia y llamar diciendo, sí, te juro que te necesito. Es ahora. Después no. Ahora. Anda a esa casa. Habla con quién te escucha. Llora. Grita. Dí. Vomita. Pide. Da. Ahora.
Hacer malabares, en medio del caos, no tiene más que un resultado caótico. Resultado que no va a curar la herida que te sangra, porque le estás metiendo una curita. Y las curitas no curan. Las curitas tapan. Y tú sabes muy bien que el dolor tapado no es dolor sanado.
Para un poquito. Mira en el espejo de tu alma. Frena. Mira lo que te falta y sal a buscarlo en dónde creas que lo puedas encontrar. De verdad.
No revolotees como mosca en platos vacíos. Pide ayuda si ves que solo no puedes.
Porque no hay peor abandono que el que se hace a uno mismo. Con eso no se juega. No tienes derecho. Y tampoco te lo mereces.
(LP)


1 comentario:

  1. Cuando se produce un abandono simpre pienso en quienes tengo al lado y me aceco más a ellos. Entonces, me siento bien y el sentiiento de abandono desaparece.

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