Pintura: " Ternura"
Autor: Osvaldo Guayasamín ( 1989)
“Una palabra salida del corazón calienta durante tres inviernos”
“Hablar
de ternura en estos tiempos de
ferocidades, no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político.
Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos
sociales que atraviesan nuestros mundos” decía oportunamente el psicoanalista
argentino Fernando Ulloa.
Merece que hagamos un abordaje a la ternura, ese registro de la
comunicación que nos aproxima y nos hace experimentarnos queridos, arropados,
destinatarios de la gracia del amor, que
requiere el coraje de mostrar la fortaleza del corazón que se expresa
bajo apariencia de debilidad.
Queda
por todos entendido que es la ternura la cualidad de la persona que muestra
fácilmente el afecto, la dulzura y la simpatía. Es la expresión más serena,
bella y firme del respeto y del amor. Es traducción del reconocimiento hacia
una persona a la que no se quiere juzgar, sino ayudar. Se muestra en el detalle
sutil, en el regalo inesperado, en la mirada cómplice o en el abrazo entregado
y sincero.
Gracias a ella, se crean también vínculos, no
solo en la pareja o con los hijos, sino en todas las relaciones
interpersonales. No es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se muestra
sin barreras, sin miedo. No solo puede leerse la ternura como un acto de coraje, sino también de voluntad para mantener y reforzar el vínculo de una relación. Hace fuerte el amor y enciende la chispa de la alegría en la adversidad. Gracias a ella toda relación deviene mas profunda y duradera porque su expresión no es mas que un síntoma del deseo de que el otro esté bien.
Favorece la relación terapéutica y se traduce
en afabilidad, afecto, amor, cordialidad, dulzura, finura, interés,
misericordia, querer bien, estima, caricia, delicadeza, expresión o palabra
cariñosa y afectuosa, sensibilidad, simpatía, solicitud. Todo, al servicio de
la persona herida y como despliegue de un ayudante maduro e integrado.
La ternura es reclamada
inexorablemente por la vulnerabilidad propia y ajena, por nuestra humanidad,
por lo que nos define: necesitados de otros para ser, para vivir, para sanar,
para estar integrados en la colectividad y tener vida física y social. La
ternura es reclamada simplemente por el hecho de ser humanos y querer vivir
humanamente.
Cerremos entonces este paseo conceptual
acerca de la ternura con las acertadísimas palabras de la Dra Elisabeth
Kübler-Ross:
“Los recuerdos que más nos acompañan en los
últimos instantes de nuestra vida no tienen que ver con momentos de triunfo o
de éxito, sino con experiencias de ternura, de encuentro profundo con un ser
amado, momentos de intimidad cargados de significado: palabras de gratitud,
caricias, miradas, un adiós, un reencuentro, un gracias, un perdón, un te
quiero. Son esos instantes los que quedan grabados en la memoria gracias a la
luz de la ternura que revela la excelencia del ser humano a través del cuidado
y el afecto”
Sin ternura moriríamos. Sin
ternura moriría la solidaridad. Sin ternura seríamos capaces de matarnos o
dejarnos morir.
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