"Volver a leer pasajes de libros y poemas que nos han emocionado. Pasar unos cuantos minutos junto a la orilla de un río, una corriente o un arroyo. Tenderse en el suelo en medio de las sombras del crepúsculo. Estar en compañía de un ser amado sin la presencia de los niños. Sentarse en el porche quitándole la cáscara a algo, haciendo calceta, mondando algo. Caminar o conducir el automóvil en cualquier dirección y después regresar. Subir a un autobús con destino desconocido. Construir tambores mientras se escucha música. Saludar el amanecer. Desplazarse en coche hasta un lugar en el que las luces de la ciudad no borren el cielo nocturno. Rezar. Tener un amigo especial. Sentarse en el pretil de un puente con las piernas colgando. Sostener a un niño en brazos. Sentarse junto a la luna de un café y ponerse a escribir. Sentarse en el centro de un claro del bosque. Secarse el cabello al sol. Introducir las manos en un barril lleno de agua de lluvia. Plantar procurando ensuciarse las manos de barro. Contemplar la belleza, la gracia, la conmovedora fragilidad de los seres humanos".
Mujeres que corren con los lobos.
Clarissa Pinkola Estés.
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