Menudo enfado el que se agarró el gran Giuseppe Verdi aquel 6 de marzo de 1853. Estrenó La Traviata y a sus ojos resultó un absoluto fiasco. Así ha pasado a la historia, como el día en que se estrelló la que ahora es la ópera más representada y conocida del mundo.
Pero ¿por
qué aquel 6 de marzo pasó a la historia La Traviata como un estrepitoso
fracaso, si Verdi tuvo que salir varias veces a saludar al público y a la
crítica puestos en pie? Pues porque a él no le gustó.
Al día
siguiente del estreno en el teatro La Fenice de Venecia, Verdi escribió varias
cartas, todas en el mismo tono: «La Traviata ha sido un fiasco; un fracaso, un
auténtico fracaso». Y como ésta fue la sensación del compositor, así ha quedado
para los restos. Pero La Traviata no fracasó, sólo ocurrió que no tuvo los
mejores cantantes, ni los mejores músicos, pero el libreto y la composición
eran inmejorables.
El guión de
La Traviata está basado en La dama de las camelias, y el personaje principal,
en Alphonsine Plessis, aquella joven de moral distraída que murió de
tuberculosis e inspiró a Alejandro Dumas hijo para escribir la obra. De hecho,
traviata significa eso, mujer disipada… una perdida. Y precisamente Verdi vivía
una situación personal parecida, porque por entonces estaba liado con una
traviata, con Giusseppina Strepponi, una soprano retirada que había tenido
cuatro hijos de otros tantos padres y todos abandonados en hospicios. Los
hijos, no los padres.
Con la ópera La Traviata, Verdi pretendió hacer una
defensa de la que acabaría siendo su segunda esposa y terminar con los ataques
que recibía por aquella relación. Quiso trasladar unas emociones que no
llegaron como él quiso que llegaran, pero de ahí a considerar el estreno un
fracaso iba no un abismo, sino dos.
A Verdi no
le gustó su obra porque los cantantes no transmitieron lo que él pretendió,
pero el público vio en la obra uno de los mayores éxitos del compositor. ¿Cómo
iba a ser un fracaso si el teatro estuvo a reventar durante las diez
representaciones programadas en Venecia? Está claro que Verdi era un
tiquismiquis, porque hasta quienes sólo escuchan heavy metal saben tararear eso
de «Libiamo, libiamo…».
Cap.3: La Traviata y el tiquismiquis de Verdi.
Libro: Menudas
historias de la historia.
Autor: Nieves Concostrina.
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