Lo erótico es un recurso dentro de cada una de nosotras que descansa en un nivel profundamente femenino y espiritual, firmemente enraizado en el poder de sentimientos no expresados o no reconocidos. Para perpetuarse, toda opresión debe corromper o distorsionar las fuentes de poder, en el interior de la cultura del oprimido, que puedan proporcionar energía para el cambio. Para nosotras, esto ha significado una supresión de lo erótico como fuente de poder y conocimiento en el interior de nuestras vidas.
Se nos ha enseñado a desconfiar de este recurso, que ha sido envilecido y devaluado en la sociedad occidental. Por un lado, lo superficialmente erótico ha sido difundido como signo de inferioridad femenina; por otro, a las mujeres se les ha hecho sufrir y sentirse despreciables y sospechosas en virtud de la experiencia de lo erótico. De ahí hay sólo un paso a la falsa creencia de que solamente por la supresión de lo erótico dentro de nuestras vidas y de nuestras conciencias las mujeres podemos ser realmente fuertes. Como mujeres, hemos llegado a desconfiar de ese poder que surge de nuestro más profundo e irracional conocimiento. Pero lo erótico ofrece un pozo de fuerza para la mujer que no teme su revelación.
Lo erótico es un lugar ubicado entre los comienzos de
nuestro sentido de 'yo' y el caos de nuestros sentimientos más fuertes. Es un
sentido interno de satisfacción al que, una vez que lo hemos experimentado,
sabemos que podemos aspirar. Porque habiendo experimentado la totalidad de esta
profundidad de sentimientos y reconocido su poder, por un sentido de
auto-respeto, no podemos exigir menos de nosotras mismas.
La palabra erótico viene de la expresión griega eros, que
alude a la personificación del amor en todos sus aspectos. Eros, nacido del
dios Caos, representa el poder creativo y la armonía. Cuando hablo de lo
erótico, entonces, hablo de una afirmación de la fuerza de vida de las mujeres,
de aquella poderosa energía creativa cuyo conocimiento y uso estamos reclamando
en nuestro lenguaje, en nuestra historia, en nuestros bailes, en nuestros
amores, en nuestros trabajos, en nuestras vidas.
Para mí, lo erótico actúa de varias maneras y la primera
es proporcionando el poder que proviene de la experiencia de compartir
profundamente cualquier actividad con otra persona. El compartir el goce, ya
sea físico, emocional, espiritual o intelectual, crea un puente entre las
personas que puede ser la base para entender mejor aquello que no se comparte y
disminuir el sentimiento de amenaza que provocan las diferencias.
Otra forma importante en que actúa la conexión erótica es
reforzando, de manera abierta y audaz, mi capacidad de goce. De la misma manera
en que mi cuerpo se abre a la música, respondiendo a ella, y escucha con
atención sus más profundos ritmos, así también todo lo que siento puede abrirse
a una experiencia eróticamente plena, sea ésta bailar, construir un estante,
escribir un poema, examinar una idea. Esta auto-conexión es una medida del goce
de saberme capaz de sentir, un recordatorio de mi capacidad de sentir. Y ese
profundo e irremplazable conocimiento de mi capacidad de goce exige que viva
toda mi vida en el conocimiento de que tal satisfacción es posible y no necesita
llamarse matrimonio ni dios ni vida eterna.
Esta es una de las razones por las cuales lo erótico es
tan temido y tan a menudo relegado solamente a la cama, cuando se llega a
reconocer. Porque una vez que empezamos a sentir profundamente todos los aspectos
de nuestras vidas, empezamos a exigir de nosotras mismas, y de todas las
actividades de nuestras vidas, que estén de acuerdo con ese goce del que
estamos conscientes de ser capaces. Nuestro conocimiento erótico nos da poder,
se convierte en un lente a través del cual miramos todos los aspectos de
nuestra existencia, obligándonos a evaluarla honestamente en términos de su
relativo sentido en nuestras vidas. Esta es una gran responsabilidad que,
proyectada desde nuestro interior, nos compromete a no establecernos en lo
conveniente, en lo falso, lo esperado convencionalmente, lo meramente seguro.
Hemos sido formadas para temer el sí dentro de nosotras a
nuestros más profundos anhelos. Pero una vez reconocidos aquellos que no
potencian nuestro futuro, pierden su poder y pueden cambiarse por otros que sí
lo hagan. El temor a nuestros deseos los mantiene bajo sospecha e
indiscriminadamente poderosos, porque reprimir una verdad es darle más fuerza
de la que podemos resistir. El temor de no poder crecer más allá de cualquier
confusión que podamos encontrar en nosotras mismas nos mantiene dóciles y
obedientes, definidas externamente, y nos lleva a aceptar muchas facetas de
nuestra opresión como mujeres.
Cuando vivimos fuera de nosotras, y con esto quiero decir
basadas solamente en directivas externas, en lugar de vivir basadas en nuestros
conocimientos y en nuestras necesidades internas, cuando vivimos alejadas de
las directivas eróticas que vienen desde adentro de nosotras mismas, entonces
nuestras vidas permanecen limitadas por formas externas y alienantes y
terminamos ajustándonos a una estructura que no está basada en las necesidades
humanas. Pero cuando empezamos a vivir desde adentro hacia afuera, en contacto
con el poder de lo erótico adentro, permitiendo que ese poder informe e ilumine
nuestras acciones en el mundo que nos rodea, entonces empezamos a ser responsables
de nosotras mismas en el más profundo sentido.
Al empezar a reconocer nuestros sentimientos más
profundos, empezamos a dejar, necesariamente, de sentirnos satisfechas con el
sufrimiento y la auto-negación y con la paralización que tan frecuentemente parece
ser la única alternativa en nuestra sociedad. Nuestras acciones contra la
opresión se hacen uno con nuestro ser, motivadas y reforzadas desde adentro. En
contacto con lo erótico, me siento menos dispuesta a aceptar la impotencia u
otros estados del ser que no son parte de mi naturaleza, tales como la
resignación, la desesperación, la auto-destrucción, la depresión, la
auto-negación.
Ese reconocer el poder de lo erótico en nuestras vidas
nos puede dar la energía para procurar obtener cambios genuinos en nuestro
mundo, en lugar de solamente esperar un cambio de personajes en el mismo
cansador drama. Y esto es así no solamente porque tocamos nuestra más profunda
fuente creativa sino porque hacemos lo que es femenino y autoafirmativo frente
a una sociedad racista, patriarcal y anti-erótica.
A.L.
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