Con tantos palos que te dio la vida
y aún sigues dándole a la vida sueños.
Eres un loco que jamás se cansa
de abrir ventanas y sembrar luceros.
Con tantos palos que te dio la noche
tanta crueldad y frío y tanto miedo
eres un loco de mirada triste
que sólo sabe amar con todo el pecho.
Construir papalotes y poemas
y otras patrañas que se lleva el viento.
Eres un loco de mirada triste
que siente cómo nace un mundo nuevo.
Con tantos palos que te dio la vida
y aún no te cansas de decir: te quiero.
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ABRÍ LA VERJA DE HIERRO
Abrí la verja de hierro,
Sentí como chirriaba, tropecé en algún tronco
y miré una ventana encendida, pero la madrugada
devoraba las hojas y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado. Entré,
subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el saco, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir (tú dormías, tú duermes, tú no sabes
cuánto te amo), me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo, amándote y mordiéndome
los puños. Y de pronto llegaron hasta mí otras voces:
iban cantando cosas imposibles y bellas, iban
encendiendo
la mañana, recordaban besos que se pudrieron en el río,
labios que destruyó la ausencia.
Y yo no quise decir nada
más: no quiero hablar, acaso en el chirrido
de la verja rompí cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.
Fayad Jamís Bernal.
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