Si no puedes leer todos tus libros, al menos tómalos en la mano, y por decirlo así, acarícialos. Asómate a ellos. Déjalos abrir por cualquier página; empieza a leer por cualquier frase que te fije la atención. Vuelve a colocarlos en los estantes con tus propias manos. Dispónlos de acuerdo con un plan particular de suerte que; ya que no sepas lo que contienen, por lo menos sepas dónde están. Si no pueden ser tus amigos, que sean al menos tus conocidos. La vida es muy traicionera, y cada uno se las ingenia como puede para mantener a raya el horror, la tristeza y la soledad. Yo lo hago con mis libros.
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