Esta es una historia singular. Es real, me ha sucedido días atrás y aún me acompaña la perplejidad ante lo sucedido. Es una historia acerca del karma y el buen hacer. He visto, leído y escuchado muchos ejemplos que ilustran las consecuencias cuando accionamos mal, sin embargo, son pocos los que pretenden enseñarnos que el karma también funciona cuando se ha tenido una buena acción. De ello va esta historia.
Resulta que tengo una amiga entrañable con la cual comparto una amistad que data de más de treinta años, ésta a su vez tiene otra amiga de la niñez, y por alguna razón que aún no me explico pero sí la entiendo, esta persona (hasta este momento desconocida para mí) y yo, coincidimos en las redes sociales. Lo curioso es que la “coincidencia” ocurrió antes de saber ambas que teníamos esta otra amiga en común.
Cada una por su parte nos devanábamos entre los muchos recuerdos que atesoramos, tratando de encontrar el nexo que podía habernos unido en algún punto del transcurso de medio siglo ya. Nada, esta amiga común no nos presentó, no fuimos a la misma escuela primaria, no crecimos en el mismo barrio, tampoco compartimos beca, universidad… nada excepto la bondad y su apellido paterno. Primero ocurrió lo de siempre, el ánimo gregario que nos caracteriza a las mujeres nos hizo acercarnos, casi por instinto de supervivencia nos unimos y nos ayudamos, en este caso ella necesitaba orientación profesional y yo se la brindé. Así de simple, sin mediar intereses materiales ni ganancias de ningún tipo, “solo ese regusto que queda y que se siente cuando se ha hecho algo bueno” por alguien, como decía el maestro.
Pero su apellido seguía siendo una incógnita a la vez de muy resonante en mi enmarañada memoria, y finalmente después de mucho bregar en los recuerdos, la luz y mi total desconcierto:
Su padre fue un reconocido ginecoobstetra en La Habana, y mi madre mencionaba en casa su apellido casi con veneración las tantísimas veces que contaba la historia de cómo llegué acá porque este médico había sido “el doctor que te ayudó a nacer mi hija, estuvo conmigo todo el tiempo, es el médico más bueno y amoroso que conocí en mi vida”
A la altura de mis 50 años, la vida me ha regalado la posibilidad de conocer a la hija del hombre que me recibió en este mundo, a la vez que me llevó de la mano a uno de mis mejores recuerdos con mi madre… solo hizo falta que mediara la decisión de tener con una desconocida, una simple, pequeña, intrascendente, pero buena acción.
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